Dejamos
Tulúm y con ello el Estado de Quintana Roo, que nos albergara por
algo más de un año (ya volveremos a esta zona con más detalle).
Las rutas nos llevaron hacia un nuevo Estado, el de Yucatán, muy
diferente del primero, a pesar de la cercanía. Nuestra primera
parada fueron las ruinas de Ek Balam o “Jaguar Negro”,
no de las
más conocidas, por lo que fue genial caminar casi solos entre los
muros y los frisos trabajados. Se ingresa a la ciudad amurallada a
través de un arco maya, que da paso a una serie de edificios y
plazas. Desde lo alto de “La Acrópolis”, uno de los edificios
más grandes aún en pie construido por los mayas en la Península de
Yucatán, se contempla todo el predio, enmarcado en un maravilloso
entorno natural. En sus diferentes niveles, se aprecian las más
magníficas figuras de estuco, que reproducen imágenes únicas, como
las fauces del monstruo que custodia la entrada del inframundo, junto
con representaciones de guerreros o guardianes alados.
Luego
del recorrido seguimos rumbo a Valladolid, una pequeña ciudad muy
segura y rica en elementos culturales de la época de la
colonización, ya que fue fundada en 1543. Imagínense lo tranquila
que es, que provee internet gratis en su plaza central, y uno ve
hasta de noche la gente sentada con sus dispositivos electrónicos
sin amenaza alguna. El paseo por este bonito poblado no lleva mucho,
pero bien vale la pena una visita para conocerlo. Las calles, plazas
y construcciones, especialmente en el centro, están exquisitamente
conservadas, y con discretos carteles explicativos a lo largo de cada
sitio de interés que, sin interferir con el paisaje, permiten un citytour autoguiado muy práctico.
Eso sí, o bien temprano o al atardecer, porque estas tierras son
muuuuyyyyy calientes.
Ya
repuestos, partimos hacia una de las siete maravillas del mundo
moderno, Patrimonio de la Humanidad, las ruinas más famosas de
México: Chichen Itzá. Lo ideal es llegar bien tempranito, para
evitar el calor abrasador del medio día y los grandes grupos de
turistas que llegan desde Cancún y Playa del Carmen. El predio es
uno de los más grandes por lo que lleva un buen tiempo de recorrido,
aunque por cuestiones de conservación todas las construcciones están
alambradas para evitar el ingreso, por lo que no se puede subir a
ninguno de los edificios, como sí se puede en otras ruinas menos
masivas.
Entre las construcciones más destacadas se encuentran: el
“Templo de los Guerreros y de las Mil Columnas” (aunque no puedo dar fe porque no las
conté); el observatorio o “Caracol”, nombrado así por la
escalera circular que se encuentra en su interior, edificio desde
donde estudiaba con excelente precisión la astronomía, ciencia en
la cual eran expertos; la cancha del juego de pelota o “Pock Ta
Pock” más grande de toda la civilización; y el “Templo del Dios
Kukulkan”, la pirámide central de cuatro caras, diferente a todas
las conocidas en el mundo maya, mayor expresión de cómo conjugaban
sus conocimientos arquitectónicos, matemáticos, acústicos y
astronómicos, ya que esta es la pirámide por la que en los
equinoccios se puede ver descender a la serpiente emplumada, símbolo
de fertilidad. Además el eco reproducido en sus escalones se
distorsiona de forma tal que el aplauso rebota convertido en el canto del
quetzal, ave sagrada.
Terminado
el tour, justo en el momento que llegaban todos los micros de
excursión, nos escapamos del calor y de la gente rumbo a Mérida,
capital del Estado. Esta ciudad también colonial, muy pintoresca y
atractiva, cuenta con varios edificios de interés que se pueden
conocer en una visita guiada gratuita que organiza la Secretaría de
Turismo. Este sector de México, de los primeros en ser colonizados,
tuvo durante muchísimos años mucha más relación con las islas del
Caribe que con el resto del país, debido a su posición geográfica,
por lo que sus rasgos culturales son muy diferentes al de otros
estados mexicanos. La influencia francesa se vislumbra en sus
construcciones y paseos, detalles de balcones en hierro holandés y
escaleras en mármol italiano, elementos traidos por los pobladores
más adinerados que viajaban al viejo continente en la época de
opulencia, definen sus características europeas. La cultura se
respira en esta bella ciudad, cada noche en algún rincón o alguna
plaza, hay muestras de música y danza. Ellos mismos se jactan de ser
los más románticos, los más caballerosos y de tener los poetas y
cantantes más apasionados. Los trajes de un blanco inmaculado con
coloridos bordados para ellas y las guayaberas para ellos. Los
sombreros de henequén y las flores en el cabello, completan el
panorama. Y esto no es solo un show para turistas, así se los ve
vestidos a diario, o al menos a los más tradicionales. Por supuesto
los hombres ceden el paso y saludan quitándose el sombrero y las
mujeres se distinguen por su amplia sonrisa. La amabilidad debo
decir, es lo más destacado en la región. Y no me puedo olvidar de
la imperdible comida yucateca, el tour gastronómico es obligado en
Mérida, aunque en lo personal tuve un pequeño traspié, volvería a
probar con todo gusto todos los ricos platos regionales.
Nuestro
último tramo incluyó la Ruta Puuc, un paso fugaz por el camino que
pasa entre medio de pequeños poblados perdidos en el tiempo,
intercalados con las ruinas de Uxmal, Kabah y Labná, entre otras.
Lindos
recuerdos de Yucatán, parte de ellos recorrido con nuevos amigos que
dan los viajes, en esta vuelta conocimos a Ana, otra argentina
trotamundos, Miguel, el madrileño buscavidas y Carlos, el artista
colombiano que viaja por América esparciendo su música; un saludo
especial para ellos.
Ojalá
no se hayan aburrido mucho... nosotros lo disfrutamos tanto!
Un beso
muy grande
Sabri,
Carlos y el Choique!!!!
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