Como el
impás en la escritura se debió en primer lugar a que estuve un poco
vaga y en segundo a nuestro año laboral en Cancún, Estado de
Quintana Roo, no puedo pasar por alto esta región, así que me
dispongo a contarles un poco lo que fue ser por un año “dignamente
cancunense y orgullosamente quintanarroense”, como dicen por
ahí...o era al revés?
Para
ponernos en tema, recuerden que allá lejos y hace tiempo les había
contado un poco nuestra triunfal entrada a México por Chiapas, y
nuestra visita a los atractivos del lugar, terminando en las Ruinas
de Palenque. De ahí seguimos ruta hasta llegar a la ciudad cabecera
de este estado de la costa caribeña, Chetumal. Ahí fue nuestro
primer encuentro con los famosos tacos al pastor, recuerdo que nos
acompañará por siempre porque no he encontrado hasta el momento
otros tan ricos!!!! La ciudad en sí no tiene mucho que ofrecer
turísticamente hablando, y para excursiones ya no quedaba
presupuesto, así que al día siguiente seguimos rumbo a Tulúm, y
ahí fue el flechazo: aguas turquesas, bahías calmas, arenas blancas
y puro verde en los alrededores, todo bajo la imponente guardia desde
los acantilados de “El Castillo”, ruina de un edificio maya que
oficiaba de faro durante la época de esplendor de la antigua ciudad
de Zamá.
Pasamos
Semana Santa acampando acá y visitando la Reserva de
Sian Ka'an o “Puerta del Cielo”,
otras playas paradisíacas y solitarias. Pasada la locura de las
pascuas, nos fuimos a Playa del Carmen, a conocer esta ciudad que
tanto aman los argentinos, y ahí entendimos: Mar Caribe, una
peatonal muy extensa, y mucha oferta gastronómica, es la combinación
perfecta!
La
parte más linda de hoteles y playas está en la zona de Playacar, es
un sector más exclusivo hacia el sur, pero bien pegadito al centro.
Y la peatonal, si bien no es costanera, va paralela a la misma, por
lo que en casi todas las esquinas hay acceso al mar. Acá paramos en
Gran Hostal Playa, un lugar con gente muy copada que nos dió una
mano y la mejor de las ondas para lo que se nos venía....nos tuvimos
que poner a buscar trabajo!!! – esto de ser pobre...ningún sponsor
conseguido y como artesanos nos morimos de hambre, así que a
laburar...
Curriculum
en mano y vestidos de muñequitos de torta, recorrimos la Rivera Maya
en la gran búsqueda y por esas cosas del destino, en el lugar que
menos queríamos que saliera, fue el primero en salir, así que nos
asentamos en Cancún. La ciudad habitada está totalmente disociada
del Cancún turístico. No hay integración geográfica ni social,
pero una vez adentro solo se trata de seguir el ritmo. Es muy normal
que el cancunense no visite la playa, porque queda lejos de sus
casas, y si además trabaja en la zona hotelera, en su día libre ni
se le ocurre volver para ese lado. Además los accesos públicos son
bastante limitados y todo el entorno está orientado casi
exclusivamente al turista estadounidense. Para los que no conocen,
intenté hacerles un gráfico, pero mejor googlemaps y listo.
Nosotros
a pesar de esto, aprovechamos bastante porque debo reconocer que la
playa es hermosa, tiene un azul celeste tan profundo y transparente
que no he visto en ninguna otra de la zona (pero esto solo se da
entre el km 10 y el km 20 aprox. por si buscan hotel) aunque el mar
es muy picado y la costa es sumamente ventosa casi todo el año
(entre los km 0 y 10 las aguas son más calmas pero no tienen ese
color único).
Los
alrededores también son muy lindos: Puerto Morelos, a solo 20 km, es
el paraíso de la comida de mar, pescados y mariscos recién sacados
del agua, riquísimos, y unas aguas super tranquilas, porque al igual
que Tulúm, están protegidas por un arrecife que corta las olas, no
tan blancas ni azules pero si muy cristalinas. Surfers abstenerse!!!
Hacia
el norte Isla Blanca, también solitario y muy virgen, ideal para no
ver a nadie. En frente teníamos a Isla Mujeres, otro paraíso de la
paz y la gastronomía marina. La isla es tan pequeña que se puede
recorrer perfectamente caminando o se alquilan carritos de golf para
la vuelta al perro. Acá fuimos porque Vale y Dani nos regalaron el
ferry...bueno, los tickets.
Un
poquito más allá está Isla Holbox, esta es mágica, super
tranquila, donde uno puede ver el atardecer cayendo sobre el mar,
mientras toma una cervecita bien fría en algún chiringuito. El mar
parece una laguna y no hay grandes hoteles sino pequeños hotelitos
boutique, otro paraíso terrenal. Ideal para lunamieleros y para
aquellos que quieren nadar con tiburones ballena.
Xcacel
y Acumal, mecas de las tortugas, son otros dos lugares preciosos, en
medio de la rivera pero totalmente ajenos a su estilo.
La
ruta de los cenotes, esos pozos de agua dulce, dentro de cuevas y
comunicados por ríos subterráneos, una experiencia diferente y
también imperdible.
Claro,
también visitamos ruinas, las de Tulúm, las más escénicas, al
borde del acantilado y con el mar turquesa de fondo; y las de Cobá,
con la pirámide más alta de la península.
Y
los mejores recuerdos que uno se lleva, como siempre, la gente linda
que uno conoce, Juan y Gise, una pareja con la que compartimos tantas
tardes de mates y domingos de asadito, cómo se los extrañó cuando
se fueron!; Felipe, nuestro vecino, horas filosofando y arreglando el
mundo; y los compañeros del trabajo que se convirtieron en amigos y
que siguen en contacto, el dream team!. Y algo muy especial que me
pasó, liberar tortugas, que sensación única y maravillosa.
Así
que después de todo, no fue tan malo.
Ahora
sí que no se pueden quejar que no escribo, no?
Hasta
la próxima entrega
Muchos
besos
No hay comentarios:
Publicar un comentario