Primera parte
Un poco de historia...El 23 de diciembre de 1936 se firma en Buenos Aires el Convenio de la Carretera Panamericana, durante la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, proyecto que proponía la construcción de una ruta que uniera todo el continente americano.
Hoy, 75 años después de aquel encuentro, hay un sector que aún no ha podido terminarse, la frontera entre Colombia y Panamá, conocida como “el Tapón de Darien”. Los motivos para esta No-Acción varían según quien los relate...que protección de la selva, que las guerrillas, que el contrabando, que diferencias políticas o el que más me convence, que los intereses económicos. Cuestión que ya entramos en el Siglo XXI y aún quedan unos 300km infranqueables por tierra.
Debido a esta circunstancia particular, hay que buscar otras opciones para poder continuar el viaje. Encontramos 3 alternativas diferentes, pero todas por supuesto incluían separarnos de nuestro querido choique, snifff...pero no sufran, que fue solo por unos días.
Las mismas eran:
Opción I: La primera y más normal de todas, el vuelo directo de una hora entre Cartagena de Indias y Panamá City o en su defecto uno de 6 horas con escala en Bogotá, arribando al aeropuerto internacional con bombos y platillos y las sonrisas prometidas por Rubén Blades.
Opción II: Con un toque de aventura y mucho más escénica que la anterior, uno puede elegir subirse a un velero que navega por el Caribe, pasando por las Islas de San Blas, hermoso paseo de unos 4 días, muy bucólico y muy orientado al backpacker europeo.
Opción III: La última, pero no menos interesante, el cruce del Darien. Si dijimos que la segunda opción era la aventura, a esta la debo bautizar “la odisea”; dura entre 3 y 4 días pero a menos de la mitad del costo de las dos anteriores.
Ahora, a ver si adivinan como cruzamos?
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Sí muy bien, se ve que nos conocen, ganadora la opción número 3, que les paso a contar:
Partimos de Cartagena bien tempranito hacia la terminal para tomarnos el primer bus hacia Montería, una pequeña ciudad a 6 horas de viaje. Desde ahí sale un servicio regular, no de buses sino de camionetas, hacia el siguiente destino. La pregunta en la ventanilla fue, “con o sin aire?”, obvio que sin aire, tampoco hacía tanto calor y valía la mitad...conclusión, viajamos en un pseudo-asiento armado en la caja de la camioneta, en camino de ripio; 3 horas de traqueteo, que sirvieron de entrenamiento para los siguientes días.
Llegamos a Turbo, una pequeña ciudad a orillas de un estuario que desemboca en el Mar Caribe, dedicada al comercio y a la pesca. Es el último poblado con acceso vehicular del noroeste de Colombia, de aquí en adelante, solo vía marítima. Dormimos en un lujoso hotel y al día siguiente a las 6 de la matina estábamos en la boletería para anotarnos para la lancha de las 8 que sale en realidad a las 9. Es el único horario, así que salvo que estén interesados en pasar un entretenido día en esta nada turística localidad, es recomendable no perderla. Nosotros preferimos madrugar y seguir a Capurganá, un pequeño pueblo en la selva del Darien muy cerquita de la frontera con Panamá y con hermosas playas caribeñas.
El viaje dura unas 2 horas con un mar muy agitado... para que se hagan una imagen mental, recuerden cuando pasaban las carreras de Off Shore y corría Scioli, que llevaba una cámara adentro de la lancha; se acuerdan como saltaba?, bueno, algo así pero en una lancha abierta y con 36 personas más, DIVINO!!!! Recomendaciones: sentarse lo más atrás posible, que es donde menos salta, asegurarse que el tablón del asiento tenga el almohadón correspondiente y levantarse un poco al momento del golpe para aguantarlo con las piernas, produciendo una especie de amortiguación. Son 2 horas continuas de sentadillas, pero es preferible el dolor muscular de un buen trabajo físico que el batido de columna y riñones de tanto rebotar.
Si hay tiempo y sol, uno puede aprovechar y quedarse aquí o en Sapsurro, con sus playas vírgenes...claro, salvo cuando fuimos nosotros que era época de lluvia ...y llovía y llovía... y todo era gris arriba y marrón abajo! Así que nosotros sellamos pasaporte en la última oficina de Migraciones y nos tomamos otro bote más petit, sin techo ni lona ni nada parecido, para llegar al paraíso terrenal de Puerto Obaldía!!!! ...y llovía y llovía...
CONTINUARÁ......
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